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viernes, 9 de diciembre de 2011

No te puedo ignorar.

¡Ahh la ignorancia! Esa terrible peste que por más que se perfume y se maquille, siempre acaba delatándose.
Estos últimos días la he tenido muy presente, en diversas formas, y através de distintos personajes.
Para mis amigos mexicanos les tengo tres palabras Enrique Peña Nieto (el candidato a la Presidencia de México, conocido por su físico más que por sus logros políticos, poniéndose en evidencia el solito, al dejar al descubierto su incultura, ¡e incluso su incapacidad para improvisar!). Aunque es el ejemplo más citado en  México vía Twitter y en Facebook, este señor no ha sido el único "recordatorio" de la ficha negra del maratón a lo largo de mi semana.
Bien dice mi hermano, que hay gente a la que se le nota la ignorancia hasta estándo calladitos, y luego cuando por fin abren la boca, es solo para confirmarla. Y pues ese es el caso de una personita con quién tengo trato a diario. Dios la auxilie.

    Tal vez no me lo crean, o hasta les causará risa, pero entre en mis rutinas diarias además de agradecer por la vida y la presencia de mis seres queridos, también tengo el pedirle a Dios (Allah, el Tao...) que me libre de mi propio ego, y de la ceguera de la ignorancia. 
Acepto que tengo un mundo de cosas por aprender, muchisimo por leer, y una infinidad de historias por escuchar. 
Acepto que en los últimos años no me he ocupado de "enterarme" del acontecer mundial como me gustaría, que he dedicado un bajo porcentaje de mi tiempo libre en leer, y que me queda una larga lista de lugares por conocer en el país que ahora vivo. También acepto mis horrores, errores ortográficos, el mal uso del lenguaje y la sintaxis, al mismo tiempo que reconozco mis majaderías entre otras faltas de atención.
Lo que de plano no quiero ignorar, es el propio desconocimiento de mi entorno, o hasta de la vida misma. Bien dijo Goethe, que no hay nada más terrible que ver la ignorancia en acción.

Por su puesto que la ignorancia por si sola no es lo que me molesta. Una persona puede ser ignorante al carecer de educación, atención y/o recursos, y actuar con humildad (entendida como "el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades, y obrar de acuerdo con este conocimiento"*); que en otras palabras son aquellas personas a quienes les interesa aprender cosas nuevas y eventualmente lo harán. Por otro lado están los que optan por hacer caso omiso de sus propias limitaciones. Es de allí donde derivan las famosísimas frases: "yo no sabía...", "a mi nadie me explico...", o peor aún "¿a poco eso también pasó el sexenio pasado?", o "vote por los mismos de siempre porque nunca había oído de los otros candidatos", o "¡yo no sabía que eso era malo para mi salud!", "¡nunca pensé que fuera ilegal!", "Yo lo hacía porque pensé que te gustaba que lo hiciera"... y muchos otros clásicos.
Esa cochina maña de querer esconder acciones irresponsables en los huecos del conocimiento, de dirigirse sin reconocer abiertamente el alcance de los actos personales,  y caer en la "victimitis" en caso de confrontación.
¡Oh ignorancia! te conozco y te reconozco al verte y al escuchar tus distintas voces.

    Hace unos meses reconocía con vergüenza mi tendencia a la majadería, y decidida a poner más atención, me declaré una "majadera en rehabilitación", hoy renuevo el término como "majadera e ignara en rehabilitación"... La opción siempre se tiene, está en nosotros hacer algo al respecto.



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